... en esas excelentes obras cohabitan: el rumor continuo y
controlado, concretado en un tono bajo latente e inapreciable que se repite
constante e insistentemente en toda la serie; con la improvisación, la
espontaneidad y la explosión caótica de las imágenes encontradas. No todo está
dispuesto para el azar, al contrario, el autor medita y crea previamente los
bocetos que regirán el origen y el destino del tiempo... (Extracto de una
crítica de la exposición..)
La primera vez sucedió hace muchos años cuando un conocido
fotógrafo, y para mí en aquel momento un referente a imitar, me sugirió que
canalizara los esfuerzos más hacia las palabras y relaciones que hacia la misma
obra; era más importante hablar más, que crear más. Todos hemos oído en alguna
ocasión que 'una imagen vale más que mil palabras'. Y posiblemente es
cierto, potencialmente transmitimos más información que con un grupo limitado
de palabras; pero en ciertos círculos
ello no basta, es necesario adornarla de un discurso que, creado frecuentemente
a posteriori, puede catapultarnos hacia el éxito o hundirnos en el fracaso.
Recientemente he repetido la experiencia cuando en el tramo
final para solicitar una sala de exposiciones, tras superar varios peldaños, su
director me indicó que aunque las imágenes interesaban por sí mismas, si quería
elevarlas a la categoría de arte era necesario dotarlas de un discurso
justificativo, ¡hay que ser filósofo o escritor además de artista!
Pienso que en ocasiones es cierto, nos gusta descubrir algún
motivo que nos permita valorar una creación, sobretodo cuando ésta no nos gusta
o cuando somos incapaces de percibirla en su totalidad, ¡la creatividad verbal
compensa favorablemente otras carencias!
Pero soy enérgico frente al mercantilismo al que nos someten algunas galerías
o comisarios de arte, sobretodo cuando copan los recursos públicos para imponer
a los autores que por interés o por amistad representan, eso sí, disfrazándolos
de una excelente y siempre ininteligible dialéctica.
Voy a confesarme, el primer párrafo es una broma y está
inspirado en una parrafada verbal oída recientemente en una exposición que
actualmente puede verse en Alicante, en donde se justifica algo que soy incapaz
de apreciar.
Aunque podría haber sido una realidad aplicable a muchos trabajos
fotográficos, incluso al que os presento a continuación, lo cierto es que mi
serie fue realizada sin tantas pretensiones, con el único estimulo de la
estética y de las ganas de descubrir lo que nuestros ojos nunca serán capaces
de congelar.
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© Jorge Lidiano.
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Estoy contigo en lo de que sobra palabrería que a veces solo vende humo, cuando tienes que explicar algo es que no llega. Una imagen desnuda desprovista de discurso cuando emociona y te "toca" no necesita nada mas. Menos es mas...
ResponderEliminarPero no deja de ser solo una opinión.
Un saludo