‘Por las calles de Génova’. © Jorge
Lidiano / 2016
Génova
(Genova en italiano), nos recibe con la nobleza y majestuosidad de sus más de
cuarenta palacios, Patrimonio de la Humanidad, que se concentran en unas pocas
calles del centro histórico como lo es la vía Garibaldi y que albergan un gran
tesoro arquitectónico y artístico. Totalmente restaurados, contrastan con otras
dignas mansiones, muy deterioradas por su escaso mantenimiento, que ya nos
placería apropiarnos para nuestras ciudades.
Sus
calles más antiguas supuran el mestizaje de las razas, mostrándonos un rostro muy
cosmopolita, y un espacio urbanamente compartido entre sus moradores y la significativa
avalancha de turistas que puede respirarse durante todo el año.
En
este entorno, nos esperaba un fin de semana largo e intenso, de mucho calor y
luminoso contraste. La idea de desmenuzar la ciudad estaba clara, pero para
ello habría que recorrer muchos kilómetros. En esta ocasión no se trataba de
captar la belleza de los fastuosos monumentos, entre otras razones por estar
muy fotografiados, sino de orientar a pie de calle nuestras inquisidoras
miradas.
Paulina
y yo íbamos a trabajar, desde muy temprano hasta el anochecer, con el propósito
de registrar nuestra personal visión de la ciudad y que, en un futuro próximo, algunas
de las imágenes manchasen con su huella un libro de edición y producción
artesanal.
La
urbe, recogida entre el mar y las montañas aparenta anclada en su pasado
glorioso y, aunque pudiera parecer lo contrario, no es demasiado extensa. Ello nos
permitió recorrerla a pie y transitar por sus estrechas callejuelas sin pausa
pero sin prisa. Además, la amabilidad de sus gentes y la facilidad idiomática
nos allanó la labor, materializando nuestra pronta integración con el ambiente.
El
histórico puerto y su monumental cementerio, uno de los mayores de Europa con
una extensión que supera el kilómetro cuadrado y que es famoso por sus espléndidas
esculturas, fueron también nuestro objetivo. Respecto a este último espacio, es
oportuno advertir a sus futuros visitantes que está habitado por un tipo de mosquito,
tigre u insecto similar, confiado como capataz para velar por la paz de dicho
lugar, a juzgar por la insólita diligencia y precisión de sus picaduras cuyo vital
cometido era tal vez el de persuadirnos de nuestro empeño.
Gente
anónima y retratos posados, amplios espacios y pequeños detalles, grafitis en
las fachadas, texturas...; y todo aquello que nuestras miradas lograban
apresar, fueron finalmente inmortalizados por el sensor digital de nuestras
cámaras, eso sí, tras someterse al filtro de la propia subjetividad.
© Jorge Lidiano.
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Bonita foto, Jorge. Hay dos cosas que me llaman mucho la atención: La puerta de la izda, tan bonita, es preciosa y parece no corresponder mucho con la fachada; es mi impresión, y la cámara de seguridad.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo y buen finde :)
Muchas gracias Gumer, los comentarios siempre son muy bien recibidos por lo escasos que son.
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