14 de junio de 2015

Técnica fotográfica. Encuadre y composición. Recomendaciones generales

Fecha última modificación: 14/06/2015
Fecha creación: 14/06/2015
Versión: 1.0

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DOCUMENTOS RELACIONADOS

Los siguientes documentos pueden ser un complemento necesario o interesante para entender o ampliar este tutorial:

            MANEJO DE LA CÁMARA. EL DIAFRAGMA

Además, he publicado o publicaré otros documentos relacionados con las composición. Se puede acceder a ellos a través de su índice con el enlace:


ÍNDICE

Introducción
La sencillez como regla básica
Destacar el centro de interés
Rellenar el encuadre
Enmarcar el motivo
Ocultar lo indeseado
Equilibrar las masas
Prever las amputaciones
Conclusiones

Introducción

En este documento vamos a plantear algunas de las recomendaciones generales más importantes sin entrar en el detalle de la organización de los objetos en el plano focal, ni tampoco en otras cuestiones importantes que participan en la composición como lo son: el enfoque, la nitidez, el contraste, etc.

No todos los consejos del presente artículo serán aplicables simultáneamente, ni tampoco se requerirá siempre el uso de uno de ellos y, además, algunos dependerán de los gustos del fotógrafo. Recordemos que el hecho de abordar aspectos que inciden en la parte artística de la fotografía les concede una libertad de uso e interpretación de la que no gozan otros campos más mecánicos.

La sencillez como regla básica

Destacar el sujeto principal minimizando o eliminando el resto de los elementos superfluos que desvían la atención, normalmente denominados ruido como éste y otros sectores técnicos, es siempre una garantía de éxito ¡Menos es más! Pero, en ocasiones, también un sometimiento a cierta tiranía del gusto del espectador poco ilustrado.

Posiblemente la sencillez es la primera regla que debemos practicar, al menos en nuestros comienzos, pero no siempre será válida para todos los objetivos, basta con imaginar que nuestra pretensión sea justamente la contraria, por ejemplo, crear una atmósfera caótica complicando el análisis del observador mediante un espacio de integrantes que rivalizan en protagonismo.


La regla que es sencilla de dictar: ‘suprimir todo lo innecesario buscando los encuadres de los planos más acertados’, es con frecuencia imposible de cumplir al estar con frecuencia supeditada al propio entorno, salvo que nos limitemos a los detalles o construyamos nosotros mismos el escenario. 
En las imágenes de la figura 1 se muestran composiciones sencillas basadas en muy pocos elementos. Aún se podrían haber simplificado más no incluyendo las ramas y el muro del primer plano respectivamente, pero he preferido incorporarlos para enmarcar y rellenar los espacios vacíos.

Cuando hablamos de sencillez no siempre nos referimos a la presencia de un único motivo principal sino que también es posible transmitir dicha impresión con muchos elementos, máxime si son iguales y forman un bloque homogéneo. En el otro extremo, la ausencia casi absoluta de objetos puede producir sutiles abstracciones de corte creativo.

Destacar el centro de interés

En una fotografía debería existir al menos un punto de atracción principal y éste ser lo suficientemente claro para ser compartido sin confusión con el espectador. Por ejemplo, en un retrato del rostro de una novia con un magnífico ramo de flores existen dos asuntos que rivalizan y tal vez sería conveniente priorizar uno de los dos contenidos evitando así la disparidad de interpretaciones.

Aunque insistimos en la necesidad de un único y evidente centro de interés esto no siempre es así, por ejemplo, las escenas que repiten un mismo objeto invariablemente constituyen también un conjunto asimilable a un solo elemento.
Destacar un centro de interés respecto al resto de elementos que conforman una imagen se postula en la premisa de la buena composición para crear imágenes estéticamente interesantes, y conseguirlo no es tan simplista como centrar o rellenar con él todo el encuadre. El tema no siempre es fácil y tampoco es siempre posible, bien porque el mismo fotógrafo no lo distingue claramente en todas las ocasiones o porque, como suele ocurrir con frecuencia en el reportaje, la celeridad de la toma lo impide concediéndosele mayor relevancia al contenido que al continente.

Es obvio intuir que para potenciar una parte de una escena se precisa primeramente identificarla y buscar un encuadre que sirva para tales fines, siendo ésta una de las principales tareas a las que se enfrenta el autor. Si ello no es realizable en el instante de la toma, gracias a la tecnología digital disponemos actualmente de un gran número de herramientas de procesado que han agrandado el abanico de posibilidades, flexibilizando el tratamiento posterior del color, la luminosidad, el contraste, incluso el cambio de la misma forma.

Para encaminar la mirada hacia el centro de interés siempre es un buen recurso utilizar partes dominantes de la propia escena tales como: líneas, trazos, contornos, luces, sombras, etc. La figura 2 muestra un ejemplo en el que las fachadas de las casas, el cable eléctrico y el suelo nos dirigen hacia el vehículo todoterreno en la primera fotografía; y la línea blanca del arcén nos direcciona hacia el motorista en la segunda.

Rellenar el encuadre

Una de los métodos potenciales para resaltar el motivo principal respecto al resto de la escena, consiste en que éste ocupe prácticamente todo el encuadre. O dicho de otro modo, si llenamos todo el cuadro no habrá lugar para elementos que puedan distraer nuestra atención y la fijación se centrará en lo esencial. Sacar muchos elementos en una misma imagen disipa la atención y aumenta la confusión, salvo que esas sean precisamente nuestras pretensiones.
 
Esta práctica es buena para registrar retratos, abstracciones, pequeños detalles..., pero implica una reducción en la información capturada. Por ello, en escenas con varios puntos de interés no siempre tiene sentido fragmentarlas ni extraer el predominante, ya que podríamos perder el significado global, la relación entre ellos y con su fondo y el discurso narrativo.

A nivel práctico no se debe Rellenar totalmente el encuadre, conviene dejar siempre algunos márgenes, a ser posible de magnitudes similares, para no aprisionar excesivamente los sujetos y evitar con ello transmitir una sensación agobiante o claustrofóbica.

Los retratos en ambiente que vemos en la figura 3 cubren prácticamente toda la imagen evitando con ello la distracción sobre aspectos menos relevantes. En ambos participan varios personas pero predominando uno de ellos. Los aspectos secundarios como las legumbres, el folleto publicitario, el cigarro..., nos añaden información importante para caracterizar a los individuos, identificar el ambiente o situar temporalmente la escena.

Enmarcar el motivo

Un recurso muy vistoso y utilizado que suele dar buenos resultados para resaltar los puntos de interés consiste en enmarcar la imagen con elementos de la propia escena que los rodeen, creando un o varias ventanas para mirar a través de ellas.

Los charcos, los marcos de las puertas y ventanas, las vallas, los barrotes de las rejas, los agujeros en las paredes, las barandillas, los pórticos, los ojos de un puente, los arreglos vegetales, son algunos entre los muchos que pueden ser usados para tal fin. Su forma puede ser cualquiera pero se utilizan con mayor frecuencia las de geometría simétrica: rectangular, circular, etc.

Como hemos apuntado, funcionan encuadrando y creando una geometría en que se destacan los objetos situados en el interior, pues dirigen hacia ellos la mirada del observador. Los objetos limitadores son organizadores de la imagen, pero si su forma, color, luminosidad,  perspectiva, etc., son muy significativas podrían eclipsar al sujeto principal.

Aunque es preferible, los marcos no tienen porque ceñirse totalmente a los todos los costados de la imagen ni cubrir desde los extremos. En la figura 4 solo dos alambres cumplen con la funcionalidad de enmarcar la parte principal de la imagen enfatizando el concepto subyacente.

Tampoco tiene porque ser uno solo, como vemos en la figura 5 donde el enmarque la realiza la propia estructura de la red, existiendo muchos marcos válidos para ubicar en su interior los motivos principales. 
 Ocultar lo indeseado

Se puede destacar el centro de interés evitando que otros motivos también predominantes de la imagen destaquen excesivamente.

Para ello se puede intentar ocultarlos físicamente del encuadre variando el ángulo y posición de la toma hasta que desaparezcan totalmente o separarlos del plano principal con el desenfoque.

Si finalmente no ha sido posible evitar que una parte no deseada tenga demasiada predominancia, siempre nos queda como recurso final el retoque en el procesado posterior de la imagen.

Equilibrar las masas

Las imágenes deben de presentar un aspecto de equilibrio general de luminosidades, lo que requiere que las áreas implicadas estén convenientemente compensadas, es decir, en general y para simplificar, si dividimos el cuadro fotográfico en 4 cuadrantes iguales cada uno de ellos debería aportar un peso similar. Con este supuesto
 si una de las áreas está vacía y las otras tienen una masa de información similar la fotografía estaría desequilibrada, es el caso típico de una zona con un celaje insustancial.
Evidentemente, no siempre tenemos que ceñirnos a los cuadrantes, una imagen con superficies impares puede estar equilibrada si la zona que no se puede contrarrestar está centrada (figura 6).

Cuanto más clara es la zona mayor es su predominancia, por lo que para compensarla con un zona más oscura el área de ésta última deberá ser mayor. Se podría establecer un símil entre repartir pesos en un barco carguero con equilibrar una escena en base a la luminosidad. 
El equilibrio de masas no debería colisionar con la necesidad de dejar Espacios vacíos que se requieren en algunas partes las fotografías. Por ejemplo, las personas totalmente pegadas a los lados pueden trasmitir una sensación de aplastamiento que no suele favorecer dependiendo de la dirección de su mirada o movimiento. Este asunto que se conoce coloquialmente como ‘dejar aire o dejar respirar las fotografías’ es tratado con mayor profundidad en otro artículo más específico.

Cuando los espacios son amplios y están carentes de información o la que hay no tiene interés alguno reciben el nombre de Espacios Negativos y afectan, como su propio nombre sugiere, negativamente a la imagen. Imaginemos por ejemplo los innumerables retratos de grupo donde se ocupa la mitad o más del formato de la imagen con el cielo.

No obstante, un espacio que aparenta inicialmente negativo puede usarse positivamente para conformar un encuadre más atrevido e impactante que puede suscitar nuevas emociones y potenciar una idea principal. Imaginemos un pequeño motivo rodeado de un extenso mar en calma de tonalidades y  contraste homogéneos. Evidentemente, aunque se trasgreda la norma general de Rellenar el silencio, la quietud, la soledad y el aislamiento quedarán patentes y tal vez sea ese el mensaje que se persigue trasladar.

En la imagen de la figura 7 aunque el objeto está rodeado por una gran masa de aire sin información relevante, se establece una correlación simbólica entre la cruz que representa la religión y el cielo que encarna el paraíso cuya doctrina persigue alcanzar. Además, el cielo al ocupar un espacio mayor proyecta la supremacía sobre lo terrenal y los brazos del Cristo alzados hacia el cielo sugieren la intención de la elevación corpórea. 

Sin embargo, en la foto derecha de la misma figura sí existe una zona amplia a la izquierda, lateral y parte inferior, de poco interés que afecta negativamente y que fue consecuencia de una toma rápida para no perder el momento y no atraer la atención del personaje. En este caso es obvio que se puede mejorar re-encuadrando posteriormente o realizando un fotomontaje con elementos que equilibren la masa carente de información, por ejemplo, con un simple reflejo de luz. 

Prever las amputaciones

Cuando nos referimos a amputar los elementos estamos aludiendo a la ejecución de un corte inapropiado en la imagen que cause una percepción de amputación en el observador.

Es fácil imaginar que dicha impresión se puede transmitir  si pensamos en un retrato de una persona en el que el  corte de la imagen coincide exactamente sobre alguna de sus articulaciones: brazos, piernas, manos, etc. También cabe mencionar en esta sección los seccionamientos que excluyen totalmente algunas pequeñas partes del rostro como la nariz o las orejas. 

En la imagen derecha de la figura 8 se ha realizado un corte por las rodillas para ver el efecto que provoca. Si la comparamos con la fotografía de la izquierda el resultado es peor creándose la referida sensación. 

Conclusiones

En este artículo hemos revisado algunas recomendaciones generales a tener en cuenta en el momento del encuadre para crear composiciones equilibradas donde destaque y se favorezca el motivo principal.

No hemos entrado en el detalle de cómo aprovechar y organizar los elementos existentes de la escena para alcanzar dichos objetivos, ni tampoco hemos revisado las herramientas ni las reglas que debemos aplicar, todo ello se analiza en otros documentos más específicos.

Los consejos revisados son por su generalidad aplicables a un gran número de imágenes y con ellos corregiremos algunos defectos mejorando significativamente nuestras fotografías.

© Jorge Lidiano.
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